jueves, 18 de diciembre de 2014

Medicación para el cambio

Siempre he sido antimedicacion, me duele la cabeza y tiene prácticamente que casi explotarme para tomarme una pastilla...pero reconozco que en aquel momento fue mi salvación. Llegó un momento que la ansiedad me creo un estado casi incapacitante, y cuando la mente se bloquea, en mi caso no sirve de nada la razón, por lo que indagar con terapia sobre el problema que lo causaba era prácticamente imposible.
Por ello la medicina me ayudó, me dio ese empujón de esperanza por salir de ahí, porque en esos momentos no ves luz en el camino...y gracias a ella pude asistir con animo a terapia y empezar a trabajarme ami misma. No la tengas miedo, si respeto, como a todo.
La medicación para mi es el dedo que tapa el sol para no deslumbrarte, pero no la cura, lo que cura es el trabajo con uno mismo.En cuanto quitas el dedo que tapa el sol vuelves a quedarte ciego.
Siempre existen mas alternativas oirás...pero es una decisión personal, y realmente si sabes utilizarlas siempre de la mano de un profesional ayudan.

Explicaré brevemente lo que suelen recetar:
En el tratamiento de la ansiedad, se emplean habitualmente dos tipos de fármacos: los ansiolíticos, y los antidepresivos.

Los ansiolíticos más utilizados pertenecen al grupo de las benzodiacepinas de alta potencia (Alprazolam, Loracepam, Diacepam, Cloracepam,etc). Producen un efecto tranquilizante. Actúan reduciendo los síntomas de ansiedad en cuestión de minutos y disminuyendo tanto la intensidad como la frecuencia de los episodios de angustia. Los principales efectos adversos de las bezodiacepinas consisten en somnolencia, alteraciones de la memoria, alteraciones de la atención y de la concentración. El deterioro de estas funciones cognitivas suele ser transitorio ( se experiementa mientras se está tomando el medicamento) y sólo se produce con dosis elevadas y prolongadas en el tiempo. Otro inconveniente es que su consumo prolongado puede generar efectos de dependencia (adicción) y tolerancia (pérdida progresiva de efectividad).

Los antidepresivos empleados hoy en día en el tratamiento de los trastornos de angustia son los ISRS (Inhibidores Selectivos de la Recaptación de la Serotonina). Constituyen el tratamiento de elección primaria. Diversos estudios apuntan a la implicación de la serotonina como principal neurotransmisor involucrado en los trastornos de ansiedad, aunque hay otros. El grupo de los ISRS está constituido por la Fluoxetina, Paroxetina, Fluvoxamina, Sertralina, Citalopram y Escitalopram. Poseen una alta especificidad contra la ansiedad y escasos efectos colaterales (principalmente la ganancia de peso, somnolencia, y disfunción sexual). Apenas presentan interacciones con otros medicamentos y no crean dependencia.Como inconvenientes de los ISRS citaremos los efectos secundarios de los primeros días (náuseas, cefaleas, incremento transitorio de la ansiedad, etc..) Por ello es conveniente iniciar el tratamiento con dosis baja, y asociar tranquilizantes las primeras semanas. En algunos pacientes , dependiendo también del fármaco elegido, pueden ocasionar alguna ganancia de peso, o cierta pérdida de apetito o respuesta sexual. Normalmente, el médico informará al paciente sobre el carácter leve y transitorio de estos posibles síntomas adversos. Otro inconveniente es que el efecto terapéutico no se inicia hasta las 2-3 semanas de iniciar las tomas del antidepresivo.

Hipnosis para el cambio


Después de acudir a varias terapias una amiga me hablo de la hipnosis.. no estaba yo muy convencida pues lo que la tele te enseña distorsiona mucho la realidad.. pero no perdía nada por probar..y así lo hice.
Acudí alrededor de 10 sesiones y no me preguntéis porque...pero mi ansiedad de alguna manera se transformo. Mis crisis eran mucho mas suaves cada vez.. mi miedo se redujo...algo en mi cerebro cambió.. puede que sea sugestión.. puede que no..pero que mas da si ayudó para mi mejoría.
Existen muchos mitos sobre la hipnosis, por eso dejo un poquito de información para que la conozcáis mejor.
Junto con el deporte, es mi segunda recomendación.

Definición (APA, 1993; Kirsch, 1994)

1.-La hipnosis es un procedimiento en el que un especialista sugiere a una persona que experimente cambios en sus sensaciones, percepciones, pensamientos o conducta.

2.- El contexto hipnótico suele establecerse usando un método o procedimiento de inducción, que puede adoptar formas muy diferentes, aunque las más frecuentes son las que incluyen sugestiones de calma, relajación y bienestar, así como instrucciones de pensar o imaginar experiencias agradables.

3.- Se da una gran variabilidad en las respuestas que se experimentan durante la hipnosis. Así, ciertas personas dicen experimentar un estado alterado de conciencia, mientras que otras indican que su experiencia es como un estado normal de atención focalizada, en el que se han sentido muy calmadas y relajadas. En general, la mayor parte de la gente dice que la experiencia con la hipnosis es muy agradable.

4.- Algunas personas responden mucho a las sugestiones hipnóticas y otras no. En ocasiones son los miedos y falsas concepciones de la hipnosis lo que impide que las personas experimenten lo que se sugiere en hipnosis. Las personas hipnotizadas no pierden el control, son conscientes de quiénes son y dónde están, y recuerdan generalmente lo que ocurrió durante la hipnosis, a menos que se le sugiera que lo olviden. La hipnosis no obliga a nadie a experimentar las sugestiones, sino que únicamente lo facilita hipnóticas y otras no.

5.- La hipnosis no es una forma de terapia, como la Terapia de Conducta, o el Psicoanálisis, sino un procedimiento que puede facilitar la terapia psicológica. Por lo tanto, la hipnosis clínica debe ser usada por profesionales formados y con credenciales que avalen su capacidad como profesionales de la salud. Por supuesto, estos profesionales deben haber recibido también entrenamiento específico en el uso clínico de la hipnosis. Por lo tanto, este entrenamiento no es suficiente, siendo necesario ser un profesional de la Psicología Clínica o de la Medicina para poder usar la hipnosis clínica.

¿Quiénes pueden beneficiarse de la hipnosis?

Prácticamente cualquier persona, en mayor o menor grado pueden alcanzar un nivel aceptable de hipnosis. Salvo los niños menores de 4 años y las personas con patologías graves de orden neurológico o trastorno mental grave.

¿Qué nivel de trance se necesita para que sea efectiva?

Desde el nivel más ligero de trance ya es efectiva la hipnosis.

¿Y si una persona no consigue despertar?

No pasa nada, todas las personas de un modo natural despertarían o saldrían de ese estado de concentración de forma natural. El especialista puede dar instrucciones para "despertar" a una persona en trance hipnótico, pero si no recibiese tal orden, la persona en trance hipnótico volvería a su estado anterior de forma natural y espontánea como si hubiese estado concentrada en una lectura o absorta admirando o imaginando un paisaje o recuerdo.

¿En qué casos o dolencias puede utilizarse con éxito?

Se utiliza con éxito en el tratamiento de los trastornos de ansiedad, del estado de ánimo como la depresión o trastornos adaptativos. También en trastornos de origen psicofisiológico como el dolor, ya sea de tipo crónico, oncológico o agudo ante una intervención en odontología o quirúrgica en general, también en cefaleas, migrañas o insomnio, por poner los ejemplos más frecuentes. También es beneficiosa la hipnosis al emplearla en adicciones, como el tabaquismo, obesidad, control del impulso a comer desmesuradamente, onicofagia (morderse las uñas), tricotilomanía (arrancarse el cabello) y alcoholismo.

martes, 16 de diciembre de 2014

Deporte para el cambio

Nunca he sido una persona que hiciera deporte habitualmente, recuerdo una psicologa que me dijo que me obligara a hacer minimo 3 veces en semana algun tipo de ejercicio fisico, que para la ansiedad era algo imprescindible. Nunca lo hice, nunca la creí. Pero me equivoque..
Comencé a hacer deporte sinceramente por verme mejor, adelgazar un par de kilos despues de las navidades y matar el tiempo libre.. creo que fue hoy por hoy lo mejor que hice en mi vida... todo empezó a cambiar.. los ataques de panico comenzaron a disminuir, mi animo mejoró y empece a sentir mas claros mis pensamientos..la apariencia fisica que evidentemente tambien mejoró, quedó en un segundo plano absoluto para mi.
Por eso, sin dudar, es lo primero que os recomiendo, no cuesta nada, es mas, te engancha y es beneficioso para todo. Aquí os dejo un articulo que os lo explicará mucho mejor que yo..


Las personas que padecen ataques de pánico tienden a interpretar de forma errónea y catastrófica las sensaciones relacionadas con la ansiedad, considerando que esas sensaciones pueden ser perjudiciales a nivel físico. La práctica de actividad física supone la activación de todo el organismo y, con ello, la activación del sistema circulatorio, respiratorio, etc. Algunas personas con este trastorno, evitan realizar conductas que requieran esfuerzo físico (mantener relaciones sexuales, subir a atracciones de feria muy movidas, bailar o hacer deporte, por ejemplo) porque temen que tras un esfuerzo elevado puedan volver a tener un ataque. Nada más lejos de la verdad. En un metaanálisis realizado a partir de 15 trabajos publicados desde 1987, de 420 pacientes con ataques de pánico sólo 5 presentaron un episodio de pánico durante la realización de ejercicio físico (O’Connor, Smith y Morgan, 2000), y muy probablemente fue debido a que asimilaron los síntomas del ejercicio físico a los de la ansiedad, asustándose de ellos y alarmándose sobre manera. Éste y otros trabajos indican que los pacientes con trastorno de pánico pueden practicar ejercicio físico intenso con un bajo riesgo de experimentar un ataque de pánico. De hecho, diversos estudios recomiendan el uso terapéutico de la actividad física de forma complementaria a los tratamientos habituales o en aquellos pacientes que se muestran resistentes a los mismos (Salmon, 2001). En estos casos, no obstante es conveniente seguir las pautas programadas por un especialista.

Mecanismos psicológicos:

   El ejercicio físico regular mejora el estado de ánimo. Diversos estudios han demostrado que facilita el manejo de emociones negativas como la ira y la rabia. Por otro lado, ayuda a mejorar la calidad del sueño.

   Las personas que realizan ejercicio físico consiguen evadirse de sus preocupaciones o problemas durante la actividad. Mejora la sensación de fortaleza, de seguridad y de control sobre si mismo y sobre el medio. En este sentido, el ejercicio físico ayuda a mejorar nuestra sensación de autoeficacia.

   La práctica de ejercicio físico puede mejorar la autoestima. Los cambios en el cuerpo pueden mejorar nuestra imagen corporal y hacer que nos sintamos mejor con nuestro físico. Por otro lado, también puede aumentar el sentimiento de mayor dominio en habilidades y capacidad física.

   Finalmente, la práctica de ejercicio físico puede ser una buena oportunidad de conocer y establecer relaciones con otras personas. Tener relaciones sociales puede ayudar en nuestro proceso de cambio, sirviéndonos de apoyo social, de distracción de nuestros problemas, de refuerzo, etc.

Mecanismos biológicos

   El ejercicio físico mejora la regulación del sistema cardiovascular y respiratorio incidiendo sobre el sistema nervioso autónomo (SNA). Esta mejora podría incrementar la habilidad de nuestro organismo para modular nuestra reacción ante las demandas del medio. En un estudio realizado por Mussgay, Schmidt, Morad y Rüddel (2003) se apreció una disminución importante de la presión sanguínea y frecuencia cardíaca, en situación de estrés, mediante la práctica regular de ejercicio aeróbico. Los autores concluyen que la práctica de ejercicio podría mejorar el funcionamiento del SNA.

   El ejercicio físico estimula el sistema inmunológico, ya que facilita la eliminación de sustancias nocivas del organismo, y propicia la regeneración del mismo. También favorece el incremento del número de linfocitos (glóbulos blancos) disminuyendo el riesgo de aparición de enfermedades.

   La práctica de ejercicio físico produce a largo plazo un incremento de los niveles de noradrenalina, implicada en la respuesta del organismo al estrés, y de serotonina. El aumento de los niveles de serotonina a nivel cerebral puede contribuir a mejorar nuestro estado de ánimo y a reducir la ansiedad. Como se ha comentado en otros capítulos, los fármacos que inhiben la recaptación de este neurotransmisor (actúan aumentando su disponibilidad en el espacio sináptico a través del que se comunican las neuronas) reducen la sintomatología ansiosa y depresiva y son eficaces en prácticamente todos los trastornos de ansiedad. El ejercicio físico estimularía de forma natural la disponibilidad de este neurotransmisor. Asimismo, también está implicado en la reducción del niveles de cortisol, hormona que participa en la respuesta del organismo al estrés.

   El ejercicio físico estimula la glándula pituitaria, para la producción de endorfinas. Las endorfinas son hormonas vinculadas a funciones de neurotransmisión, implicadas en la regulación del dolor y la sensación de bienestar. La estimulación natural de este sistema mediante el ejercicio físico puede provocar analgesia (menor sensación de dolor) y mejorar el estado de ánimo por sus efectos euforizantes y relajantes. Por este motivo, se aconseja, también, practicar ejercicio físico a las personas que padezcan enfermedades que cursen con dolor: artritis, fibromialgia, etc.


¿Cuánto ejercicio físico es necesario?

   Como norma general, se puede concluir que cualquier tipo de actividad física, por pequeña y corta que sea, resulta beneficiosa para nuestra salud. Existen muchos trabajos que han examinado cuánto ejercicio físico es necesario para observar cambios importantes en los niveles de ansiedad. Si bien los datos no son concluyentes, se recomienda:

- Que las personas practiquen actividad física vigorosa de forma regular.
- Que realicen más de una actividad, practicando tanto ejercicios de tipo aeróbico (nadar, correr, ir en bici) como anaeróbico (pesas, flexiones, estiramientos...).
- Es importante remarcar, a este respecto, que los estudios revisados consideran que el ejercicio físico de tipo aeróbico resulta más beneficioso en la reducción de la ansiedad que el anaeróbico.

   Las actividades físicas elegidas deben ser agradables y placenteras, es el modo de conseguir que se practiquen de forma habitual.

   Practicar ejercicio de intensidad entre moderada y elevada tres veces a la semana durante 20-30 minutos puede reducir el nivel de ansiedad. 20-30 minutos de ejercicio moderado puede suponer, por ejemplo, ir caminando de forma rápida hasta el lugar de trabajo, o bajarse unas parada antes del autobús y realizar a pie el último tramo de nuestro recorrido. Esta actividad, que podría convertirse en una práctica habitual y saludable para nuestro organismo, se puede complementar con un partido de baloncesto semanal con los amigos, o con una visita al gimnasio un par de veces a la semana, o con una tabla de ejercicios en casa mientras escuchamos nuestra música favorita. La idea principal que se pretende transmitir con estos ejemplos es que el ejercicio físico debe formar parte de nuestra vida cotidiana, y para ello nada mejor que intentar adaptarlo a nuestras necesidades y costumbres. Sólo de este modo conseguiremos practicarlo de forma regular.


Clínica de la Ansiedad. Psicólogos en Barcelona y Madrid. Especialitas en el tratamiento de la ansiedad.

Como ayudar a quien tiene un ataque de panico


Por mi experiencia creo que no podemos culpar ni enfadarnos con quienes tenemos cerca por el echo de no reaccionar como nos gustaría que lo hiciesen.. hasta que a uno no le ocurre no puede empatizar con el otro, es muy difícil ponerse en la situación de quien lo padece, pero no por ello no se puede ayudar si sabes como, y siempre podemos guiarles para nuestro beneficio.
Por ello os dejo una guía de lo que por lo general aporta tranquilidad y confianza al ansios@, es importante y de gran ayuda sentirse arropado y entendido en ese momento.



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Entiende lo que está pasando. Las personas con un trastorno de pánico tienen ataques repentinos y repetidos de miedo que duran varios minutos. Los ataques de pánico se caracterizan por el temor de que ocurra un desastre o de perder el control, incluso cuando no hay ningún peligro real.[1] Un ataque de pánico puede ocurrir sin previo aviso y sin motivo aparente. En casos extremos, los síntomas pueden ir acompañados de un miedo agudo de morir. Aunque son bastante angustiantes y pueden durar desde 5 minutos hasta varias horas, los ataques de pánico en sí no suelen ser mortales.
  • Los ataques de pánico llevan al cuerpo a un nivel máximo de agitación, lo que hace que la persona sienta que no puede controlarse. La mente se está preparando para una pelea falsa o una retirada, lo que obliga al cuerpo a asumir el control para ayudar a la víctima a enfrentar o a huir del peligro que percibe, ya sea real o no.
  • Las glándulas suprarrenales liberan en el torrente sanguíneo las hormonas cortisol y adrenalina, y empieza el proceso, que es el núcleo de un ataque de pánico. La mente no puede distinguir la diferencia entre un verdadero peligro del que está en la mente. Si lo crees, entonces es real para tu mente.
  • Nunca ha habido un caso documentado de una persona que haya muerto por un ataque de pánico.[2] Sólo pueden ser fatales si están acompañados de condiciones médicas preexistentes, como asma, o si producen posteriormente comportamientos extremos (como saltar de una ventana).
 
  1. Mantente alerta a los síntomas. Si la persona nunca ha sufrido de un ataque de pánico antes, entrará en pánico por dos razones diferentes; la segunda será por no saber lo que está pasando. Si puedes determinar con precisión que está teniendo un ataque de pánico, esto aliviará la mitad del problema. Los síntomas incluyen: [3]
    • Palpitaciones o dolor en el pecho
    • Aceleración del ritmo cardíaco
    • Respiración rápida o exagerada
    • Dolores de cabeza
    • Dolores de espalda
    • Temblor
    • Hormigueo en los dedos de las manos o de los pies
    • Sudoración
    • Sequedad en la boca
    • Dificultad para tragar
    • Mareos, aturdimiento, sensación de desmayo (por lo general esto se debe a la hiperventilación)
    • Náuseas
    • Calambres abdominales
    • Sofocos o escalofríos
  2. Help Someone Having a Panic Attack Step 2.jpeg Si esta es la primera vez que la persona lo experimenta, busca atención médica de emergencia. En caso de duda, siempre es mejor buscar atención médica inmediata. Esto es doblemente importante si la persona tiene diabetes, asma u otros problemas médicos. Es importante señalar que los signos y síntomas de un ataque de pánico pueden ser similares a los de un ataque cardíaco. Tenlo presente al evaluar la situación.
    Si no es la primera vez que la persona sufre de un ataque de pánico y tiene una vaga idea de la situación, no vayas en contra de sus deseos y llames a una ambulancia o lleves a la persona a la sala de emergencias. Que la encierren en una sala blanca, fría y antipática en este momento es casi lo último que necesita para calmarse.
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    Determina la causa del ataque. Habla con la persona y determina si está teniendo un ataque de pánico y no otro tipo de emergencia médica (como un ataque cardíaco o de asma), que requeriría de atención médica inmediata. Si ya le ha pasado antes, puede darte una idea de lo que está pasando.
    • Muchos de los ataques de pánico no tienen una causa o, por lo menos, la persona que lo está sufriendo no está consciente de la causa. Debido a esto, podría no ser factible determinar la causa. Si la persona no sabe por qué, tómale la palabra. No todo tiene una buena razón.

Método 2 de 3: Tranquiliza a la persona

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    Elimina la causa o lleva a la persona a un área tranquila. La persona probablemente tendrá unas ganas tremendas de salir de donde esté. Para facilitárselo, pero a la vez mantenerla a salvo, llévala a un área diferente, de preferencia que sea abierta y tranquila.
    • A veces, una persona con trastornos de pánico ya tendrá técnicas o medicamentos que sabe que le ayudarán a aliviar el ataque, así que pregúntale si hay algo que puedas hacer. Puede ser que tenga un lugar en el que prefiera estar.
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    Háblale de forma tranquilizadora, pero firme. Prepárate para la posibilidad de que la persona trate de escapar. Aunque estés luchando una ardua batalla, es de suma importancia que mantengas la calma. Pídele a la persona que permanezca inmóvil, pero nunca la agarres, no la sostengas, ni la sujetes incluso suavemente; si quiere moverse, sugiérele que se estire, que dé saltos de tijera, o que te acompañe a dar un paseo a paso ligero.
    • Si está en su casa, sugiérele que organice el armario o que haga otra actividad de limpieza que requiera energía. Con el cuerpo listo para luchar o huir, dirigir la energía hacia objetos físicos y actividades finitas y constructivas puede ayudarle a lidiar con los efectos fisiológicos. El logro real puede cambiar su estado de ánimo, mientras que centrarse en una actividad diferente puede ayudarle a calmar la ansiedad.[4]
    • Si no está en casa, sugiérele una actividad que pueda ayudarle a concentrarse. Puede ser algo tan simple como subir y bajar los brazos. Una vez que comience a cansarse (o a aburrirse de repetir), su mente estará menos concentrada en el pánico.
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    No descartes sus miedos. Decirle cosas como: "No hay nada de qué preocuparse", "todo está en tu mente", o "estás exagerando" agravará el problema. El miedo es muy real para la persona en ese momento, y lo mejor que puedes hacer es ayudarla a hacerle frente; minimizar o descartar el miedo de cualquier forma puede hacer que el ataque de pánico empeore. Solo dile "está bien", y pasa a la respiración.
    • Las amenazas emocionales son tan reales como las amenazas de vida o muerte para el cuerpo. Es por eso que es importante tomar en serio sus miedos. Si sus miedos no se basan en la realidad y está reaccionando a algo pasado, puede ser de utilidad que le des algunas comprobaciones específicas de la realidad. "Estamos hablando de Juan; él nunca se sale de sus casillas enfrente de la gente por los errores, como solía hacerlo Marco. Él simplemente reacciona de la forma que siempre lo hace y probablemente ayuda. Esto pasará pronto y no le parecerá nada del otro mundo".
    • Pregúntale de forma tranquila y neutral: "¿Estás reaccionando a lo que está pasando en este momento o a algo pasado?". Esto puede ayudar a la víctima del ataque de pánico a organizar sus pensamientos para que reconozca la diferencia entre los recuerdos y las señales de peligro inmediato. Escucha y acepta la respuesta que te dé; a veces las personas que han estado en situaciones de abuso tienen reacciones muy fuertes a las señales de advertencia reales. Hacerle preguntas y dejar que explique lo que le está pasando es la mejor forma de apoyo.
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    No le digas, "Cálmate", o "No hay nada que temer". Vaya, qué gran descubrimiento. ¡Ni siquiera lo había pensado! Actuar condescendiente sólo pondrá a la persona más alerta. Es más, decirle que no hay nada que temer sólo puede recordarle lo fuera de la realidad que está, lo que la obligará a entrar más en pánico. En lugar de eso, intenta decirle algo como: "Entiendo que estés molesto. Está bien. Estoy aquí para ayudar".[5]
    • Es importante que lo veas como un problema real, como si su pierna estuviera sangrando. Aunque no puedas ver lo que realmente está pasando, es algo muy atemorizante para la persona. La situación es real para ella, así que, trátala como tal; es la única forma en la que puedes ayudar.
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    No presiones a la persona. Este no es el momento para obligar a la persona a responder o a hacer cosas que harán que su ansiedad empeore. Minimiza los niveles de estrés siendo una influencia que la calme y haciéndola que entre en un estado relajado. No insistas en averiguar lo que causó el ataque, ya que esto solo empeorará las cosas.
    • Escucha con actitud de apoyo si de repente trata de explicar cuál es el motivo de su reacción. No la juzgues, simplemente escúchala y deja que hable.
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    Anímala para que trate de controlar la respiración. Recuperar el control de la respiración le ayudará a eliminar los síntomas y a calmarse. Muchas personas toman respiraciones cortas y rápidas cuando están entrando en pánico, y algunas personas contienen la respiración. Esto reduce la entrada de oxígeno, lo que hará que el corazón se acelere. Usa una de las siguientes técnicas para ayudarle a que su respiración vuelva a la normalidad:
    • Prueba contando las respiraciones. Una forma de ayudar a la persona a hacer esto es pidiéndole que inhale y exhale mientras tú cuentas. Comienza contando en voz alta, animando a la persona a que inhale por 2 segundos y luego exhale por 2 segundos; aumenta gradualmente a 4 y luego a 6 segundos si es posible, hasta que su respiración vaya más despacio y se haya regulado.
    • Haz que respire en una bolsa de papel. Si la persona es receptiva, ofrécele una bolsa de papel, pero ten en cuenta que para algunas personas, la bolsa de papel en sí puede ser un desencadenante de miedo, sobre todo si han tenido experiencias negativas siendo forzadas a usarla durante algún ataque de pánico anterior.[6]
      • Ya que esto se hace para evitar la hiperventilación, puede no ser necesario si estás tratando con alguien que contiene la respiración o disminuye la velocidad de su respiración cuando entra en pánico. Sin embargo, si es necesario, esto debe hacerse alternando aproximadamente 10 respiraciones dentro y fuera de la bolsa, seguidas de respiraciones sin la bolsa durante 15 segundos. Es importante no exceder las respiraciones en la bolsa en caso de que los niveles de dióxido de carbono se eleven demasiado y los niveles de oxígeno disminuyan demasiado, ya que esto causaría otros problemas médicos más graves.
    • Haz que inhale por la nariz y exhale por la boca, exhalando en forma de soplidos, como si estuviera inflando un globo. Hazlo junto con la persona.
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    Haz que se sienta fresca. Muchos de los ataques de pánico pueden ir acompañados de sensación de calor, especialmente en el cuello y en el rostro. Normalmente, un objeto frío, idealmente una toallita húmeda, puede ayudar a reducir estos síntomas y la gravedad del ataque.
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    No dejes sola a la persona. Quédate con ella hasta que se haya recuperado del ataque. Nunca dejes a alguien que esté luchando por respirar. Una persona con un ataque de pánico puede parecer como si se comportara de forma antipática o grosera, pero comprende por lo que está pasando y espera hasta que vuelva a la normalidad. Pregúntale qué le ha funcionado en el pasado, y si se tomó sus medicamentos y a qué hora.
    • Incluso si no te sientes muy útil, debes saber que le sirves de distracción. Si dejas a la persona sola, lo único que tendrá es a sí misma y sus pensamientos. El simple hecho de que estés allí es útil para mantenerla en contacto con el mundo real.
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    Dale tiempo para que pase. Aunque pueda parecer eterno (incluso para ti, pero especialmente para la persona), el episodio pasará. Los ataques de pánico generales tienden a alcanzar su punto máximo aproximadamente a los 10 minutos y empiezan a mejorar a partir de ese momento disminuyendo lenta y constantemente.[7]
    • Sin embargo, los ataques de pánico menores tienden a durar más tiempo. Dicho esto, la persona podrá controlarlos mejor, así que la duración es un problema menor.[7]

Método 3 de 3: Enfrenta los ataques de pánico severos

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    Busca asistencia médica. Si los síntomas no desaparecen en unas pocas horas, considera solicitar asistencia médica urgente. Aunque no sea una situación de vida o muerte, llama incluso sólo para pedir recomendaciones. Lo más probable es que el médico de emergencias le dará al paciente Valium o Xanax y posiblemente un betabloqueante como Atenolol para calmar el corazón y la adrenalina en el cuerpo.
    • Si es la primera vez que la persona sufre de un ataque de pánico, es posible que quiera buscar atención médica porque tiene miedo de lo que le está pasando. Sin embargo, si ha tenido ataques de pánico en el pasado, puede saber que recibir atención de emergencia va a empeorar su estado. Pregúntale. Esta decisión dependerá en última instancia de la experiencia de la persona y de tus interacciones con ella.
  2. 2
    Ayuda a la persona a buscar terapia. Los ataques de pánico son una forma de ansiedad que un profesional médico debe tratar. Un buen terapeuta deberá poder identificar los factores desencadenantes del ataque de pánico o, por lo menos, ayudar al individuo a comprender mejor el lado fisiológico de la situación. Si empieza con la terapia, deja que proceda a su propio ritmo.
    • Hazle saber que la terapia no es para locos. Es una forma legítima de ayuda de la que forman parte millones de personas. Es más, un terapeuta puede recetar un medicamento que corrija el problema.
  3. 3
    Cuida de ti mismo. Puedes sentirte muy culpable de estar perdiendo la compostura durante el ataque de pánico de un amigo, pero es normal. Debes saber que alarmarte y tener un poco de miedo es una respuesta saludable al ver uno de estos episodios. Si sirve de ayuda, pregúntale a la persona si pueden hablar del asunto más tarde, para que puedas manejarlo mejor en el futuro.
    • Los ataques de pánico pueden ser muy desgastantes para cualquier relación. Aunque puede ser que quieras aceptarlos, al final es mejor que no lo hagas. Mantén tu vida lo más normal que puedas. Si tu vida está llena de factores desencadenantes, así tendrá que ser. Esta es una razón más para que la persona se someta a un tratamiento y enfrente el problema.

Como llegamos a tener una crisis de panico

Evolución de un Ataque de Pánico
Cuando nuestro cerebro percibe un peligro, automáticamente dispara una respuesta de alarma conocida como de “huir o pelear”. Lo que hace es preparar al organismo para huir de la amenaza o si esto no es posible, para pelear y salvar nuestra vida. En algunas personas esta alarma se activa sin ninguna razón aparente. Cuando esto sucede, se da lo que se conoce como un ataque de pánico o ataque de ansiedad.
Durante un ataque de pánico, se dispara la alarma, la persona comienza a sentir todas las reacciones fisiológicas primitivas de huir o pelear, e inmediatamente vienen a la mente imágenes catastróficas. Cuando esto sucede, la persona percibe una confirmación de que sus síntomas iniciales eran de hecho indicadores de un peligro serio. Una sensación de peligro extremo invade a la persona, con lo cual el sistema de alarma vuelve a reaccionar desencadenando la respuesta de miedo, volviéndose así un círculo vicioso que paraliza a la persona, y cuando esto sucede podemos hablar ya de estar viviendo un ataque de pánico o ataque de ansiedad. 


El siguiente esquema muestra paso a paso el desenvolvimiento de un ataque de pánico, y cómo es que se convierte en un círculo vicioso:


Ataque de panico

1. Algo detona el sistema de alarma en nuestro cerebro. Puede ser un factor externo o interno. Generalmente no estamos conscientes de este detonador, y no nos percatamos de todo lo que está sucediendo en nuestro organismo sino hasta el punto No. 3.

2. Al detonarse el sistema de alarma, comienzan a darse los cambios físicos en nuestro cuerpo, preparándose para “huir o pelear”. Estos cambios son el aumento de adrenalina, aumento en la frecuencia cardiaca, aumento de la temperatura corporal, la sangre se va a los músculos de brazos y piernas lo que puede causar una sensación de hormigueo, etc. Recordemos que hasta este punto, todo está sucediendo de manera automática, y no nos hemos percatado de ello.

3. En este punto es donde percibimos por primera vez algo raro en nosotros. Comenzamos a darnos cuenta de que el corazón late más rápido, sudamos, hay cierto nerviosismo, y estas sensaciones hacen que pongamos toda nuestra atención a lo que nos está pasando y lo que estamos sintiendo. Ponemos toda nuestra atención en el miedo, en las sensaciones del cuerpo y entonces es cuando pasamos al punto 4
.
4. Al percibir todo esto, comenzamos a interpretarlo. El problema es que lo interpretamos con pensamientos catastróficos como “me está dando un infarto”, “me voy a morir”, “me voy a desmayar”, “nadie me va a ayudar”, “este es el fin”, etc… Al tener este tipo de pensamientos, es prácticamente inevitable que se de el paso No. 5.

5. Pánico. Antes, cuando se disparó la alarma, el organismo se preparó ante una supuesta amenaza, y si, existe un cierto grado de miedo que es normal y necesario para la “pelea”. Pero en este punto ya entramos a lo que es el pánico, donde ya perdemos el control de nosotros mismos, de nuestras decisiones y de nuestro actuar. Este pánico se convierte entonces en un nuevo detonador, por lo que aumentan las palpitaciones, aumenta la sudoración, aumenta el hormigueo, probablemente aparecen incluso otras sensaciones físicas como mareo o debilidad en las piernas. Nos percatamos de esto y confirmamos nuestros pensamientos catastróficos, con lo que aumenta el pánico y así se convierte en un círculo vicioso en el que el mismo miedo es el que genera más miedo. 

Lo más importante a tener en cuenta es que aunque no se sabe exactamente cual fue el detonador inicial que desencadenó el ataque de ansiedad, lo cierto es que el peligro que nuestro cerebro está “percibiendo” no es real. Es decir no existe realmente una amenaza ahí afuera, y en realidad estamos a salvo. Nadie se ha muerto nunca de un ataque de pánico, aunque si pueden ser muy intensos y desagradables. Pero es muy importante estar consciente de lo que nos está pasando, para que cuando se presente, podamos estar tranquilos de que no nos está dando un infarto, sino saber que solamente es un ataque de ansiedad, y dejar que pase.

2 Testimonios de crisis de panico

«A finales del verano del 89, tuve un mareo mientras tomaba una copa en un bar que me dejó hondas consecuencias. A partir de este momento empecé a temer que pudiera marearme donde quiera que fuera. El miedo se fue apoderando paulatinamente de mi persona.
»Un día, de vuelta del colegio de mis hijos volví a marearme y así repetidas veces hasta que dejé de acompañarles. No sólo desistí de ir al colegio, también de ir a los lugares que frecuentaba normalmente: supermercado, restaurante, tiendas, etc.
»Estas señales de incapacidad me condujeron a un estado de profunda depresión del que me repuse poco a poco a base de medicación (ansiolíticos y sedantes). Permanecía todo el día en casa sin atreverme siquiera a ponerme al teléfono. Cualquier ruido o visita de fuera me sobresaltaba. En cierta ocasión, en que me quedé sola en casa, experimenté una crisis de angustia muy fuerte que determinó que estuviera siempre acompañada. La medicación y el paso de los días fueron normalizando mi situación pero mis posibilidades de salir a la calle seguían siendo nulas.
»Fue así como me decidí a visitar a Isabel, mi psicóloga y exponerle mi problema.
»Muy despacio (por indicación suya) empecé a tomar contacto con el exterior con alguna persona de mi familia. Las primeras salidas fueron una pesadilla; sólo soñaba con volver a casa. Me costó mucho poner en práctica una de las normas básicas de la terapia que consiste en permanecer en el sitio, pese a la inseguridad y la angustia hasta que desaparezcan ambas. Al principio resulta muy difícil no dejarse llevar por el impulso de huir; de hecho, yo solía abandonar el lugar donde me encontraba antes de que desaparecieran los síntomas; con el tiempo, he ido aprendiendo a convivir con ellos y aunque el deseo de huir a veces persiste, mi empeño por hacerle frente es superior. A estas alturas del tratamiento, conozco la técnica y normalmente soy capaz de llevarla a la práctica. Afortunadamente, he superado una cierta barrera desde donde vislumbro la posibilidad de normalizarme por completo. Cada vez soy más estricta con mis objetivos y así como hace unos meses me permitía ciertas concesiones en atención a mi angustia, ahora, animada por el deseo de estar completamente bien, no abandono con tanta facilidad.»PATRICIA


«En aquel tiempo lejano, yo tenía diecisiete años y cursaba mis estudios de COU en Palma de Mallorca.
»Una tarde de diciembre caminaba con una compañera de clase por una callejuela del centro cuando el mundo se me vino abajo.
»Recuerdo el primer fogonazo de aquel momento como si se tratara de una instantánea fotográfica, y lo que sentí en aquellos minutos ha permanecido en mí, por encima, infinitamente por encima, de cualquiera de la sensaciones que haya podido tener durante todos estos años.
»Fue repentino e imprevisto, el corazón me dio un vuelco y me pareció que todo lo que había a mi alrededor se diluía; en ese instante un cúmulo de imágenes y percepciones se agolparon en mi cerebro dejándome aturdida.
»Me pegué a la pared tratando de frenar un proceso por el cual mi alma parecía a punto de desgajarse de mi cuerpo; daba la sensación de que iba a salir volando por los aires, de que iba a levitar.
»Mi corazón me martilleaba el pecho; los coches, la calle, todo giraba a gran velocidad alrededor de mí; el paisaje se desdibujaba como una acuarela mojada y yo no entendía nada.
»Presa del horror más inefable al fin lo comprendí todo: me moría. ¡Así que eso era lo que sentía una persona instantes antes de la muerte!, claro, por eso notaba que me desdoblaba, porque mi alma se iba a su origen espiritual y mi cuerpo se quedaba en la tierra para que lo enterraran.
»Cuando, al cabo de algunos minutos, dejé en segundo plano la seguridad de que me estaba muriendo, supe que algo muy importante me había pasado.
»La certeza de que algo se había quebrado en mi cerebro me invadió y sentí que una fuerza extraña me había poseído, algo de lo que ya no podría deshacerme jamás.
»La verdad es que pensé que estaba endemoniada y, en las semanas posteriores, incluso tomé en consideración la posibilidad de acudir a un exorcista.»MONICA

Saber si sufro crisis de panico. TEST

Test de Crisis de Pánico
Este Test esta basado en los Criterios de Diagnóstico de Crisis y Trastorno de Pánico, modificados y adaptados para su mejor comprensión, de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-IV-TR).
A. ¿Padece usted de miedo, pánico o malestar intenso, de aparición temporal y aislada, que se inicia bruscamente y alcanza su máxima intensidad en los primeros 10 minutos?. SI    NO    
B. ¿La crisis está acompañada de cuatro (o más) de los siguientes síntomas? SI    NO    
 - Palpitaciones (percepción del latido cardíaco), sacudidas del corazón o aceleración de la frecuencia cardíaca: SI    NO  
- Sudoración: SI    NO    
- Temblores o sacudidas musculares:
SI    NO   
- Sensación de ahogo o falta de aliento/aire:
 SI    NO    
- Sensación de atragantamiento o nudo en la garganta
SI    NO  
- Opresión en el pecho o malestar torácico:  SI    NO
- Nauseas (ganas de vomitar) o molestias abdominales:  SI    NO
- Inestabilidad, mareo o desmayo:  SI    NO
- Sensación de irrealidad o de estar separado de si mismo: SI    NO
- Miedo a perder el control o volverse loco: SI    NO
- Miedo a morir: SI    NO
- Hormigueos o sensación de entumecimiento en brazos o piernas: SI    NO
- Escalofríos o sofocaciones: SI    NO
C. Al menos una de las crisis de ha seguido durante 1 mes (o más) de uno (o más) de los siguientes síntomas SI    NO    
- Inquietud o ansiedad persistente por la posibilidad de tener más crisis: SI    NO
- Preocupación por las implicaciones de la crisis o sus consecuencias (por ejemplo: perder el control, sufrir un infarto de miocardio o "volverse loco"): SI    NO
- Cambio significativo en el comportamiento o conducta debido a las crisis: SI    NO

Si ha respondido que SI al criterio A, a por lo menos a 3 de los ítems del criterio B y por lo menos a 1 ítem del criterio C, Usted cumple con algunos criterios de diagnóstico de Crisis de Pánico.

Debe concurrir a un médico psiquiatra o psicólogo para que le confirme el diagnóstico de Trastorno de Pánico y los dos criterios que se detallan a continuación:


D. Las crisis de pánico no se deben a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (por ejemplo: drogas de adicción o medicamentos) o a una enfermedad médica (por ejemplo, hipertiroidismo).

E. Las crisis de pánico no pueden explicarse mejor por la presencia de otro trastorno mental, como por ejemplo fobia social, fobia específica, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno por estrés postraumático, etc.

Este test sólo tiene un carácter orientativo, por lo que no sustituye a ningún diagnóstico. Únicamente un médico psiquiatra o psicólogo puede realizarlo. Es pues imprescindible la consulta a un profesional.